Kasai Kapata

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¿De qué hablas cuando estás enterrado hasta el cuello en el suelo, rodeado de un puñado de mugrosos guerrilleros que te pusieron allí? Cuando Kasai Kapata se encontraba en esa posición les dijo, “Compañeros, es bueno para mí estar en esta tumba”.

“Pensaron que yo estaba loco para decir eso”, recordaba él veinte años después. “Pero también sabían que yo eran un predicador de la zona”.

La historia se transformó en leyenda en la Iglesia de los Hermanos Menonitas del Congo. En 1964, y los seguidores de Pierre Mulele aun tenían gran parte de la región Bandundu bajo control. Durante más de un año que habían estado realizando una campaña de adoctrinamiento  rebelde en las aldeas de la región. Muchas personas, especialmente cristianas que se oponían a la hostilidad de Mulele hacia los cristianos, se habían ocultado en los bosques. Los secuaces de Mulele habían destruido las misiones protestantes y católicas, incluyendo las de los Hermanos Menonitas en Matende, Lusemvu y Kafumba. Fue cerca de Kafumba donde arrestaron a Kasai.

Lo que llevó a esos tres días de prueba de la fe fue lo siguiente. El jóven Kasai había sido educado en la misión Kafumba y ahora era asistente del pastor Djimbo Kabala en la iglesia de la misión. Poco antes de que empezara la rebelión él había leído el capítulo 6 de Isaías, “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Ese pasaje lo había impulsado a un nuevo compromiso de servir a cualquier costo.

Cuando los rebeldes arrasaron el área de Kafumba, los misioneros se vieron obligados a salir y ubicarse en ciudades más seguras de Kikwit, o de la capital nacional de Leopoldville (hoy Kinshasa). El pastor Djimbo Kabala también se ocultó en los bosques.  Al poco tiempo Kasai y su familia estuvieron entre los que se iban de Kafumba.  Y llegaron a su aldea de origen cerca de Gungu, donde encontraron que los rebeldes ya tenían el control también.  Kasai, como muchos otros, fue obligado a unírseles, aunque ellos sabían que él había sido líder en la misión.

El trabajo al que se vio forzado de proveer alimentos para los soldados rebeldes no era precisamente agradable. “Para mí, siendo cristiano, presenciar como golpeaban y mataban a la gente era muy difícil, pero tenía oportunidad de testificar a los rebeldes y ayudar a promover la paz entre los aldeanos mismos”. Algunas veces su tarea era especialmente difícil, porque por haber estado asociado con la misión, sospechaban de él.

Después de varios meses, Kasai sintió la necesidad de regresar a Kafumba para recuperar algunas pertenencias de la familia y ver cómo los miembros de la iglesia se arreglaban. Cuando estaba llegando a la misión fue detenido por un grupo de rebeldes que reconocieron que él había sido predicador allí. Los más fanáticos del grupo estaban ansiosos por verlo muerto y le ordenaron empezar a cavar una tumba para él mismo con una azada que tenían a mano. Algunos otros presionaban que se tuviera compasión; una vez ellos lo habían respetado por ser maestro de escuela dominical y no podían tolerar que lo mataran. Así que el prisionero fue enterrado hasta su cuello mientras los rebeldes decidían qué hacer con él.

Los tres días que Kasai pasó en su propia tumba fueron un tiempo de introspección. “¿Perseveraría y me mantendría fiel a mi llamado de ser pastor? O esta experiencia acallaría la clara voz de Dios que había escuchado hacía solo un par de años?” El odio que le rodeaba en esos inciertos días también ponía a prueba su amor hacia los enemigos. ¿Cómo podían estos que habían sido alumnos de la escuela dominical ponerse en contra de él? ¿Cómo podía amarlos?

Mientras Kasai pensaba y oraba, su compromiso con Dios se hacía más fuerte y su amor hacia sus captores crecía. Su actitud hasta se tornó alegre, algo que sus captores no podían entender. Finalmente, a pedido de sus ex alumnos, fue liberado y se le permitió continuar en la misión, que para ese entonces ya había sido saqueada por los rebeldes.

Aunque la región todavía estaba bajo el ahora débil control de los rebeldes, Kasai pudo atraer a algunos de los creyentes y reunirse con ellos hasta que las tropas del gobierno recuperaron el control de la región y usaron la misión como base de operaciones. Una vez que los problemas disminuyeron, fue fundamental la participación de Kasai en la reedificación de la congregación de Kafumba. Como dijo Kasai, “cuando la gente regresó a la iglesia escuchó y obedeció la Palabra predicada”.

Cuando se le preguntó si las dificultades que había vivido habían sido buenas para él, Kasai respondió, “He descubierto que el Señor nos ha limpiado por medio de estas experiencias”.  Como él dijo a los rebeldes, “Es bueno para mí estar aquí en esta tumba”.

Fuente: Adaptado con permiso del relato de Byron Burkholder, “Kasai and Balakashi Kapata,” in They Saw His Glory: Stories of Conversion and Service (Mennonite Brethren Board of Missions and Services, 1984). Traducido al español por Milka Rindzinski.

Apareció originalmente en Profiles of Mennonite Faith: http://www.mbhistory.org/profiles/kapata.en.html

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