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En 2001 Lucy Roca Caballero y su familia vivían en la ciudad de Barranquilla, Colombia, cuando un grupo al margen de la ley mató a su hermano. La tragedia hizo que su mamá y sus hermanos pidieron asilo en Canadá, pero Lucy y su esposo no veían tanta necesidad de salir del país. Se trasladaron a la capital de Bogotá por un rato y al no percibir tanta amenaza, devolvieron a Barranquilla.
Fue en Bogotá después de la muerte de su hermano que Lucy regresó a pertenecer a la Iglesia Menonita en Colombia. Había tenido la oportunidad de conocer al pastor Pedro Stucky y la iglesia de Teusaquillo en Bogotá y los pastores Gamaliel y Amanda de Falla en Barranquilla.
“Cuando le conocí la iglesia menonita en Colombia, tuve la oportunidad de saber qué tipo de trabajo desarrollaron”, dijo Lucy. “Y también sentí como que los temas de la justicia, la social, la paz, la reconciliación, y la no-violencia eran temas que me interesaban, como el tipo de liderazgo que se promovía, por tanto eso me hizo comprometer con la iglesia menonita a nivel personal”.
En Barranquilla Lucy trabajaba con una fundación en defensa de los derechos de las mujeres y prevención de la violencia intrafamiliar. Ella había escogido esa carrera porque la vio como una manera de servir a la comunidad. En su papel con la fundación Lucy también participaba en una mesa de trabajo para presentar denuncias sobre violación de los derechos humanos.
Pero en los años mencionados la situación en Barranquilla se empeoró y las entidades sociales, los sindicatos, y los defensores de los derechos humanos experimentaron un número creciente de amenazas.
“Los grupos al margen de la ley fueron ‘apropiando’ la ciudad. Mandaban a la gente y mataron muchos líderes de diferentes entidades y de organizaciones sociales”, dijo Lucy.
En ese ambiente la mesa de trabajo a la que pertenecía Lucy se convirtió en un blanco, por la presión política de las denuncias que hacían.
Lo pusieron preso al coordinador de la mesa por supuesta relación con grupos al margen de la ley, pero todos sabían que el joven coordinador no tenía ninguna relación con estos grupos. Además Lucy y otros habían escuchado que tenían orden de captura para todos los miembros restantes de la mesa y que querían desbaratar a la mesa.
Debido esa presión Lucy salió otra vez para Bogotá. Allá regresó a la iglesia menonita de Teusaquillo y ayudaba con un comité de la iglesia que acompañaba a personas desplazadas y amenazadas en la iglesia. En Teusaquillo se sentía cuidada por los hermanos y hermanas de la comunidad.
“Fue una manera de protegerme”, dijo Lucy.
Aunque tenía miedo, Lucy esperaba devolver a Barranquilla con el tiempo. Hasta que un día llegó una amenaza particular. Alguien le dijo a su esposo, “Dile a Lucy que se quede quieta. La tenemos vigilada. Nosotros vamos a hacer desaparecer esa mesa. Y sabemos que ella había viajado a Bogotá. Sabemos de todos sus salidas y todos sus movimientos.”
En la misma época recibieron noticias del asesinato en Barranquilla de un amigo profesor de la universidad que le habían acusado falsamente de relaciones con grupos al margen de la ley.
Lucy realizó que no sería posible devolver a Barranquilla. Dijo ella, “No. Yo tengo que salir”.
Entonces hizo la aplicación para asilo en Canadá 2004. Mientras tanto, seguía allí en Bogotá con la iglesia menonita.
Durante todo ese tiempo, Lucy había sentido la presencia de Dios, aunque estaba asustada. Fue especialmente importante la palabra que recibió de una pastora. Ella le había dicho a Lucy, “Voy a orar por ti y quiero decirte de parte del Señor que todo eso que está sucediendo porque tú tienes un llamado. El Señor te va a sacar de aquí, que no tengas temor. Porque tomarán preso a la mayoría, pero no a ti no te cogerán presa”.
Durante los dos años en que procesaron su aplicación, ella no pudo trabajar.
“Pero le pude trabajar al Señor”, dijo Lucy.
“Fueron los dos años en que más yo trabajé al Señor”.
“Dejé mi trabajo secular y me dediqué. En la iglesia me habían dicho que ellos habían visto en mí un llamado. Y que ellos querían proponerme que trabajara y viniera como pastora a Canadá.”
Al recibir la visa en 2006, Lucy y su familia se fueron para Canadá. Fue muy difícil salir de su país y establecerse en un nuevo contexto, por no hablar del trauma que habían experimentado. Pero Lucy llevaba con ella las palabras que había recibido de hermanos y hermanas en la iglesia.
Antes de salir de Colombia, por ejemplo, un hermano de la iglesia le había dicho, “Hay una palabra. Que no llore. Que el lugar en donde va, va a abrir una iglesia. Hay un plan maravilloso en este lugar”.
Y a los quince días de haber llegado en Canadá, comenzó en Sherbrooke, Quebec, el primer grupo de oración.
Hoy en día, Lucy sigue trabajando con las iglesias menonitas que ella, junto con otros líderes, han sembrado en Sherbrooke, Quebec. Ella tiene una carga personal para personas inmigrantes latinos y un sueño de multiplicarse por otras ciudades de la provincia de Quebec.
“Si me preguntas en qué tipo de iglesia quiero estar”, dice Lucy, “me ratifico estar en la iglesia menonita con estos principios anabautistas. De reconciliación, de no-violencia, y el amor hacia los más pobres y los más necesitados”.
Para los que escuchen su historia, Lucy tiene un mensaje especial:
Quiero animarles, decirles que no importa la dificultad, por la que puedan estar pasando….Vale la pena seguir al Señor Jesús. No importa el precio que tenga que pasar. El Señor está con cada uno de ustedes.
Somos hermanos y hermanas para ayudarnos, para edificar la iglesia del Señor Jesús. Y para amarnos los unos a los otros y darnos una palabra de aliento.
Espero que esto sirve de ánimo y de esperanza para aquellas personas que estén en dificultad, y quiero decirles que lo más importante es perseverar de la mano del Señor, aun cuando vengan momentos de prueba muy grande, pequeña, o desánimo o de oposición al nivel físico o nivel espiritual.
Yo soy testigo de que Dios y jesucristo han obrado en tu vida y que eres digna hija de Dios