Reproducido con permiso de: Anneken de Jans. “Carta a su hijo Isaías.” En Textos Escogidos de la Reforma Radical, compilado por John Howard Yoder, 337-344. Buenos Aires: Faie-La Aurora, 2007. En el sitio de Bearing Witness en inglés, se encuentra otra versión de la historia de Anneken.
La carta de Anneken de Jans a su hijo fue impresa en el mismo año 1539; formó parte tanto de la primera antología La ofrende del Señor (1562) como del más completo Espejo de los mártires. Anneken de Jans se bautizó en 1535 y buscó refugio en Inglaterra en 1536; allí falleció su esposo Arend.
Al regresar a Holanda, cayo cautiva inmediatamente, traicionada por el hecho de cantar un himno mientras viajaba, en diciembre de 1538. En camino hacia el lugar de la ejecución, rogó a la muchedumbre que alguien se encargara de su hijo Isaías, de 15 meses de edad. Lo aceptó un panadero, quien lo crió junto con sus seis hijos. Isaías fue más tarde cervecero y llegó a ser burgomaestre de Amsterdam.
Testamento dejado por Anneken de Jans a su hijo Isaías
(338) Fue entregado el 24 de enero del año 1539, a las 9 horas, en momentos en que ella se disponía a morir por el nombre y el testimonio de Jesús. Así se despidió de su hijo, que se encontraban en Rotterdam.
¡Isaías, recibe este testamento! ¡Escucha, hijo mío, las instrucciones de tu madre! Abre tus oídos para escuchar la palabra de mi boca. Hoy emprendo el camino de los profetas, de los apóstoles y de los mártires y bebo el cáliz que todos ellos han bebido. Emprendo el camino, decía, recorrido por Jesucristo, la palabra eterna del Padre, llena de gracia y verdad, el pastor de las ovejas, que es por sí mismo (y no por otro) la vida. Él también debió apurar este cáliz, cuando dijo: “Debo beber un cáliz y de un bautismo tengo que ser bautizado. ¡Cómo me angustio hasta que se cumpla la hora!”[1] Luego de haberse cumplido, él llama a sus ovejas y las ovejas oyen su voz y lo siguen, vaya a donde vaya. Porque ése es el camino hacia el verdadero manantial.
(339) Ése fue el camino recorrido por los reales sacerdotes[2], que vienen de la salida del sol, como dice en el Apocalipsis[3], y que han entrado en los tiempos de las eternidades y han debido beber ese cáliz.
Ése fue el camino recorrido por los muertos que yacen bajo los altares[4], que claman y dicen: “Señor, Dios Todopoderoso, ¿cuándo vengaras la sangre que ha sido derramada?” Y se les han dado vestimientas luminosas y se les ha respondido: “Esperad un poco aún, hasta que esté completo el número de los hermanos vuestros que han de ser muertos por el testimonio de Jesús”.
Ellos también han apurado el cáliz y han marchado hacia el final, para celebrar el eterno, sagrado sábado del Señor.
Ése es el camino recorrido por los veinticuatro ancianos[5] que están de pie ante el trono de Dios y que arrojan sus coronas y arpas ante el trono del Cordero, caen de bruces y dicen: “Señor, la alabanza, la gloria, el poder y la fuerza sean sólo contigo, tú que vengarás la sangre de tus esclavos y siervos, y que retendrás el triunfo por ti mismo. Enaltecido sea tu nombre, puesto que has sido, eres y serás todopoderoso”.
Ése fue también el camino recorrido por los señalados del Señor, que han recibido la señal Tau en la frente[6], que han sido escogidos de todas las estirpes humanas, que no se contaminaron con mujeres (¡entiéndelo!)[7] y que siguen al Cordero doquiera él vaya.
Todos ellos han debido beber ese cáliz amargo. También tendrán que hacerlos todos aquellos que faltan para completar el número y la consumación des Sión, de la novia del Cordero, que es la Nueva Jerusalén, que desciende desde el cielo[8], [que es] morada y trono de Dios, en la cual se verá la gloria del Gran Rey, en el tiempo en que se realice y se celebre la fiesta nupcial de los tabernáculos en los días de la eterna paz y de la eterna alegría.
Ninguno de ellos ha podido llegar sin antes soportar el juicio y el castigo de su carne. Porque Jesucristo, la eterna verdad ha sido el primero, como está escrito: “El Cordero que fue muerto en el principio”[9]. Así dice también Pablo: “Porque Dios quiso llamar, escoger y justificar a aquellos a quienes habla predestinado desde la eternidad y los hizo conformes a la imagen de su hijo”[10].
También dice nuestro bendito Salvador: “El siervo no es más que su señor. Pero bástale ser como su señor y maestro”[11]. También Pedro brinda testimonio y dice: “Es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios. Y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el fin (340) de aquellos que no han creído en el evangelio de Dios? Si el justo con dificultad se salva, ¿cómo aprobará el impío y el pecador?”[12]. También se dice en Pr 11:31. “Si el justo es recompensado aquí en la tierra, ¡cuánto más el impío y el pecador!”
Ya ves, hijo mío, que nadie llega a la vida si no es a través de este camino. Por ello, entra por elestrecho portillo y acepta la disciplina y las enseñanzas del Señor, y agacha tu espalda bajo el yugo y sopórtalo gustoso desde tu juventud, como un gran honor, y agradécelo con alegría. Porque Él no acepta como hijo a ninguno que no haya sufrido su castigo. Además, dice Pablo: “si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos y no hijos”[13] y seréis excluidos de la herencia de los hijos de Dios.
De modo que si tienes el deseo y la aspiración de formar parte del mundo santo y de la herencia de los santos, ciñe tus lomos y síguelos. Escudríña la Escritua y ella te señalará sus caminos. Cuando el ángel habló al profeta, le dijo: “Hay una ciudad llena de preciosos bienes. Y el acceso a ella tiene apenas el ancho de una huella humana. De un lado hay una hoguera y del otro una gran extensión de agua. ¿Cómo podéis recibir la ciudad por herencia si no pasáis primero por el estrecho?”[14]. Mira, hijo mío, ese camino es ineludible. No hay rodeos ni vueltas. Quien caiga a derecha o izquierda habrá muerto para su herencia. Ése es el camino descubierto por tan poca gente y transitado por mucho menos. Porque hay algunos que advierten con claridad que ése es el camino hacia la vida. Pero les resulta demasiado duro; mortifica su carne.
Por eso, hijo mío, no prestes atención a la gran mayoría de la gente y no sigas su camino. Aparta tu pie de su sendero. Porque ellos marchan al infierno, como ovejas a la muerte. Como relata Isaías: “ El infierno abrió de par en par sus fauces”[15], para que entraran en ellas tanto el príncipe como el pueblo. No es un pueblo de entendimiento; por tanto su Hacedor no tendrá de él misericordia[16].
Pero cuando oigas que se trata de un pobre y simple grupito rechazado, despreciado y expulsado por el mundo, ¡incorpórate a él! Y si oyes hablar de la cruz, allí estará Cristo. ¡Y no te apartes de allí! Huye de la sombra de este mundo. Haz que Dios te admita. Haz que sólo Él sea tu temor; cumple sus mandamientos; presta atención a todas sus palabras para obrar de conformidad con ellas; escríbelas en la pizarra de tu corazón; átalas a tu frente[17]; habla día y noche de su Ley, de esa manera serás un primoroso árbol y un retoño de la huerta del Señor, una (341) planta amada que crece en Sión. Di que el temor de Dios es tu padre y de esa manera la sabiduría será la madre de tu entendimiento. Si sabes esto, hijo mío, serás salvo cuando lo hagas. Observa lo que el Señor te ordene y santifica tu cuerpo para su servicio, para que su nombre pueda ser santificado, alabado, glorificado y enaltecido en ti. Y no te avergüences de confesarlo ante los hombres. No temas a los hombres. Prefiere perder la vida, antes que apartarte de la verdad. Si pierdes tu cuerpo, hecho de barro, el Señor tu Dios, tiene preparado otro mejor para ti en el cielo.
Por ello, hijo mío, lucha por la justicia hasta la muerte. Ármate con las armas de Dios. Sé un israelita justo. Pisotea toda injusticia, pisotea al mundo y lo que hay en él, y ama sólo lo que está arriba. Piensa que no eres de este mundo, así como no lo fue tu Señor y Maestro. Sé un fiel discípulo de Cristo. Sólo puede rogarle aquél que ha sido su discípulo, nadie más. Aquellos que dicen: “Hemos abandonado todo” dicen también: “Enséñanos a rogar”. Ellos fueron también aquellos por los cuales rogó el Señor y no por el mundo[18]. Porque cuando el mundo ruega, acude a su padre, el diablo, y desea que se haga su voluntad, cosa que ocurre. Por eso, hijo mío, no te asemejes a ellos: cuídate y huye de ellos y no tengas comunión con ellos. No prestes atención a lo que está ante los ojos. Busca solamente lo que está más allá. Ay, hijo mío ten presentes mis consejos y no los dejes de lado. Que el Señor te permita crecer en su temor y que colme tu entendimiento con su Espíritu.
Conságrate al Señor, hijo mío, santifica toda tu vida en el temor de Dios. Haz que su nombre sea alabado en todo lo que haces. Honra al Señor con las obras de tus manos. Permite que la luz del Evangelio brille a través de ti. Ama a tu prójimo. Reparte tu pan entre los pobres con corazón dispuesto y ardiente, viste al desnudo y no esperes que todo empeore mucho más. Porque siempre habrá quienes soporten necesidades. Reparte todo los que el Señor te conceda por el sudor de tu frente, en la medida en que exceda tus necesidades. Repártelo entre quienes, a tu saber, temen al Señor y no lo retengas hasta mañana. Así es Señor bendecirá las obras de tus manos y te dará su bendición por herencia. Ay, hijo mío, haz que tu vida se identifique con el Evangelio y que el Dios de la Paz te santifique en cuerpo y alma, para alabanza suya. Amén.
¡Ay, Padre Santísimo, consagra al hijo de tu sierva a tu verdad y líbralo del mal, por tu nombre, Señor!
Notas al Texto
[1] Lc 12 :50. Cada frase contiene versiones bíblicas. Señalamos únicamente las indicaciones de fuentes previstas por los editores precedentes o donde Anneken nombra su fuente.
[2] 1 P 2: 9.
[3] Ap 16: 12 habla de reyes que vienen desde el Onente; 5:10 de reyes sacerdotales.
[4] Ap 6: 1ss.
[5] Ap 4: 4.
[6] Ap 7: 3: 9:4 y 14: 1, citando a Ez 9: 4.
[7] Ap 14: 4.
[8] Ap 21: 10.
[9] Ap 13: 8.
[10] Ro 8: 29.
[11] Mt 10: 24 ss.
[12] 1 P 4: 17.
[13] Heb 12: 8.
[14] 2 Esd 7: 7-9.
[15] Is 5: 14.
[16] Is 27: 11.
[17] Dt 6: 6-8.
[18] Jn 17: 9.