El Reverendo Salvador Alcántara, del corregimiento del Garzal, Simití, Sur de Bolívar, Colombia es un hombre ejemplar y quien genera inspiración. Es un esposo, padre, abuelo, pastor, campesino, presidente de la junta de acción comunal y vice-presidente de ASPROAS – Asociación de Productores Alternativos de Simití. El hecho de ser capaz de cumplir bien con todos sus compromisos le ha permitido ganar el respeto de la comunidad en grande de Simití y su pequeña vereda del Garzal. Su entendimiento del trabajo pastoral el cual significa un compromiso con su prójimo lo ha involucrado en la lucha de su comunidad para quedarse en sus tierras frente a una amenaza constante de desplazamiento forzado masivo.
El Garzal es un corregimiento de 11 mil hectáreas. Está situado a las orillas del río Magdalena, a dos horas de Barrancabermeja, ciudad petrolera del Departamento de Santander. Son tierras cenagosas y empantanadas, sus pobladores han vivido desde hace décadas de la pesca y la agricultura de pancoger (Se denominan así aquellos cultivos que satisfacen parte de las necesidades alimenticias de una población determinada: el maíz, el fríjol, la yuca y el plátano). Sin embargo, es una zona que ha sufrido el paso de todas las violencias: la de las guerrillas, la del narcotráfico y la del paramilitarismo. Hoy, esta región es codiciada por la ganadería, la palma africana y el petróleo.
La desmovilización de grupos paramilitares y la recuperación de territorios controlados por grupos guerrilleros no han dado seguridad a las familias del Garzal. Al contrario, el gobierno les ha negado los títulos entregándolos a un narcotraficante. La mayoría de los residentes han vivido desde los años setenta y deberían tener derecho a la tierra por posesión después de ocupar la tierra por solamente 5 años.
El dueño de los títulos se fue cuando su laboratorio de coca fue destruido en los finales de los ochentas y no se dejo ver en la región hasta que volvió a aparecer en el 2003 cuando volvió acompañado de paramilitares. Le dio a la comunidad un ultimátum. “Se van o se mueren”. Varias familias se desplazaron y Salvador como representante de la comunidad recibió ofertas de soborno para sacar la gente y amenazas personales. Años después Salvador encontró un paramilitar desmovilizado quien expresó sorpresa de que Salvador estuviera vivo.
“Pensé que usted estaba muerto! Tenía órdenes para matarlo pero sabía que es un buen hombre de mucha integridad y no podía cumplir con mis órdenes, pero pensé que otro lo haría!”
Pareciera que encima del respeto de su comunidad e iglesia Salvador se ha ganado el respeto de unos de sus enemigos. Salvador dice que está vivo por la gracia de Dios. Las amenazas para este pastor continúan, dado que la comunidad sigue reclamando sus tierras. Desde diciembre del 2008 ECAP (Equipos Cristianos de Acción por la Paz) acompaña a esta comunidad y al pastor Salvador dadas las constantes amenazas por grupos de hombres armados contratados para cumplir con la orden original.
Afortunadamente el desplazamiento temido no ha sucedido. Posiblemente fue porque el río se desbordó y el grupo armado decidió esperar que se secara. O posiblemente porque el ejército hizo sobre vuelos en la región con aviones y el grupo armado se disperso. O podría ser porque Dios envió un ángel guardián para proteger a Salvador. O posiblemente una combinación de todo lo mencionado. Simple y sencillamente actos milagrosos de protección para su vida.
En diciembre de 2011 él tuvo que salir juntamente con su familia por recomendación e insistencia de la comunidad dado que se detectaron grupos armados rondando su casa. La Iglesia Menonita les recibió y lo envío a otra zona del país donde también hay comunidad de fe para su protección. Ahora ha regresado a la vereda y aunque muchos le insisten que salga de la zona, para él es claro que estar allí en su tierra, junto a sus hermanos y hermanas, es su acto de fe y decisión que no quiere abandonar.
El pastor Salvador ve la mano de Dios en todas cosas y ha elegido buscar formas en las cuales él pueda colaborarle activamente con Dios. Nunca deja que su fe en Dios sea una excusa para hacer nada. Un ejemplo de lo cual todas y todos podemos aprender. Y mientras las autoridades toman cartas en el asunto y determinan quiénes son los propietarios de estas tierras, los habitantes de El Garzal seguirán pasando las noches en vela, a la espera de que lleguen las máquinas que plantarán palma africana o la noticia de que muy pronto serán los legítimos dueños de su corregimiento.
Enviado por Alix Lozano.