En 1948 el asesinato del candidato político liberal, Jorge Eliécer Gaitán, inició una Guerra civil en Colombia que duró hasta diez años. En casi el mismo año, algunos colombianos se unieron con los misioneros menonitas para fundar las primeras iglesias menonitas de Colombia.
Pero la Guerra ensombreció los primeros años de ser iglesia. Se veía al protestantismo como amenaza a la frágil unidad de Colombia y como consecuencia los menonitas colombianos se enfretaron a mucha oposición de las autoridades del municipio, de los sacerdotes, y de su propios vecinos.
Tulio Pedraza era uno de los primeros creyentes menonitas en el pueblo de Anolaima, Colombia. En junio de 1949 Pedraza y su esposa, Sofía Álvarez, se bautizaron y se convirtieron a una familia fundadora de la iglesia. Pero su compromiso con la iglesia traía mucha dificultad a su casa.
Aunque ciego Pedraza había sido el carpintero de ataúdes de su pueblo por años. Pero después de convirtirse, el sacerdote católico declaró que los ataúdes “protestantes” de Pedraza fueran inapropriadas para los entierros católicos y le prohibió a toda la gente del pueblo que comprara las ataúdes de él. Luego el sacerdote trajó a otro carpintero para reemplazarlo a Pedraza. Al fin, su negocio se arruinó por las acciones del sacerdote. Raúl Pedraza recuerda cómo fue la experiencia para su papá de perder el negocio:
Fue una reacción sumamente brusca. Primero que reaccionó muy fuerte fue el sacerdote….Entonces, el sacerdote desde el púlpito dijo que no le hago el funeral a ninguna persona que le compre el ataúd a Marco Tulio Pedraza. Entonces, claro, las ventas se bajaron…. Se dieron unos dos o tres casos que por ignorancia, quizás…y por amistad fueron y compraron el ataúd de papá. Y el sacerdote no les quiso hacer el servicio funeral….Tuvieron que irse para los pueblos que rodean a Anolaima y hacerlo allá.
Ese sacerdote había estado…haciendo una parroquía de un pueblito aún que llamaba Villaní. Y allá había conocido a un carpintero….Y él se fue hasta ese pueblito, trajo el carpintero, le consiguió , le ayudó a conseguir una casa, le ayudó a comprar herramientas, lo organizó, mejor dicho. Con tal que este carpintero se convierta en la competencia de mi papá….¡El sacerdote tuvo todo el poder! Por allá en 1950, 1951, mi papá ya no puede más. Tenía deudas con los proveedores.
Para enfrentar la pérdida de su negocio, Pedraza y su esposa iniciaron otras empresas: una panadería, una granja de pollos, fabricación de velas. Desafortunadamente, nada de esto proveyó a su familia la estabilidad que tuvo el negocio de ataúdes. El hijo Raúl recuerda que esta crisis rompió el corazón a su padre y lo llevó a desanimarse.
La familia también a veces recibía amenazas a sus vidas y les tocaba salir para el colegio menonita en el pueblo de Cachipay, hasta que se calmara la situación.
A pesar de estas dificultades, en el pueblo de Anolaima Tulio fue conocido por su amor frente al odio. El misionero Geraldo Stucky escribió lo siguiente acerca de Pedraza dos años después de que él había perdido a su negocio de ataúdes:
La persecución ha continuado. Los niños de Tulio son humillados en la escuela pública debido a que son protestantes. Su propiedad y las vidas de su familia han sido amenazadas constantemente. Las personas que eran sus amigos ahora se niegan a hablar con él en la calle, las tiendas se niegan a venderle, se ha convertido en un paria por causa de Cristo.
A pesar de esto Tulio sigue firme en la fe, confiando en el Señor día a día. No guarda ninguna maldad en su corazón hacia aquellos que han obrado mal en contra de él. Él sigue siendo testigo de la luz que se encuentra en Cristo. Tulio es un testigo viviente de la fuerza del Evangelio para vencer el mal con el bien.
El hijo Raúl recuerda como su padre hizo amigo del otro carpintero. Después de que el sacerdote trajo ese carpintero para sustituirlo, Pedraza respondió de manera inusual. En vez de evitarlo, Pedraza se hizo amigo del carpintero y lo ayudó a establecer su negocio, aún hasta venderle sus herramientas. Sus acciones impresionaron al carpintero, tanto que donó el ataúd para el entierro de Pedraza en 1964, y asistió a su funeral, aunque era un servicio explícitamente menonita.
La acción de Pedraza de amar a su “enemigo” testificó a la profundidad de su fe en Jesucristo y la fortaleza de su convicción, independientemente de la circunstancias
Enviado por Elizabeth Miller. Traducido al español por Elizabeth Miller y Clarahelena Beltrán.
Fuentes: Raúl Pedraza Álvarez, “Hechos y crónicas de los menonitas en Colombia,” vol. 1., manuscrito; Raúl Pedraza, entrevista por Elizabeth Miller, 16 May 2011; Gerald Stucky, “Tulio Pedraza,” 1952.